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En torno a Fritjof Capra y el budismo

Fritjof Capra es un físico que un buen día se dispuso a estudiar filosofía, se dirigió a California a finales de los años sesenta -en pleno auge de la época hippie-, tuvo una reveladora visión estando bajo el influjo de alguna sustancia psicoactiva y decidió escribir sobre los parecidos entre la ciencia moderna y las filosofías orientales. Su libro más conocido es El tao de la física. Hace años quise hacer una tesis doctoral sobre él, pero me encontré con algunos problemas. Ahora vuelvo a insistir en el intento, así que le estoy releyendo y me surgen ciertas cuestiones que quiero compartir con los lectores de esta web.

 

El budismo no es una religión en el sentido a que estamos acostumbrados; es una forma de concebir el mundo y la vida o, en todo caso, una religión sin dioses. El budismo es una religión mucho más realista y actual que las demás. La primera verdad del budismo, expresada por el primero que la descubrió -el primero que recibió la revelación de la esencia del mundo- afirmaba la frustración inherente al ser humano. El mundo es un continuo flujo, un incesante devenir, y eso crea inquietud en las personas. Inquietud porque nos gusta lo permanente, lo que no cambia. Es como si necesitáramos esa permanencia, que en realidad no es más que una negación del mundo y la vida (lo vivo frente a lo muerto, lo que fluye frente a lo que permanece, lo no-permanente frente a lo permanente). Si Nietzsche pudiera leerme ya estaría olfateando la decadencia.

 

El deseo de ser eterno, inmortal, es el deseo de existir para siempre sin cambiar, sustrayéndonos a la vorágine de generación y muerte en que consiste el universo. Pero en realidad no podemos hacer nada para evitar el constante proceso de nacimiento y muerte, porque no depende de nosotros, está fuera de nuestro alcance. El budismo es sumamente realista en este aspecto: ¿acaso alguien ha conseguido terminar con este interminable proceso, aparte de los deseos, palabras y promesas de los que se han autoproclamado profetas de tal o cual religión? Por cierto, ¿alguien ha vuelto de la muerte para contarnos qué hay más allá o para asegurarnos que existe la inmortalidad? Aún mejor, para asegurarnos que ese dios único en que creen las religiones monoteístas existe en realidad y no es un invento de la decadencia. Friedrich: ¿estás por ahí?

 

A pesar de todos los indicios que nos señalan que todo cambia, que todo nace y muere, creemos que hay cosas estables, entre otras que somos un Yo que permanece a lo largo de la vida y que, después de morir, sigue existiendo en forma de alma inmortal. ¿Pero cómo podemos afirmar la sustancialidad del Yo si éste muere? No hay problema: creamos los dioses, inventamos unos seres eternos que garantizan la eternidad del Yo, alma, espíritu o como quiera llamarse (dicho sea de paso: sus sacerdotes viven del cuento a costa de los creyentes). Y la situación ya empieza a gustarnos porque de un plumazo queda garantizada la eternidad de nuestra alma.

 

Muy ignorante o ciego se ha de ser para creer todo eso. Ya lo decía el buda, cinco siglos antes de que Pablo de Tarso inventara el mayor monstruo de la historia. Hace algo más de un siglo otro visionario volvió a recordárnoslo, pero es evidente que la mayoría prefiere vivir de ilusiones que de conocimientos y realidades.

 

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©Juan Carlos Ruiz Franco 2012
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