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Extracto de artículos sobre el dopaje en el deporte

 

Sobre las federaciones y los periodistas deportivos

Las autoridades deportivas (el Comité Olímpico Internacional, los comités nacionales, las agencias antidoping) consideran dopaje el uso de cualquier sustancia o método que pueda mejorar de forma artificial el rendimiento, así como la presencia en el organismo de algún producto de la lista prohibida. Según una definición similar, el término “dopaje” designa toda medida que pretenda modificar, de un modo no fisiológico, el rendimiento mental o físico de un deportista; o bien eliminar, sin justificación médica, una enfermedad o lesión, con la finalidad de poder participar en una competición deportiva. Una tercera aproximación, más acorde con el legalismo imperante, es la que se refiere al uso de sustancias prohibidas incluidas en las categorías farmacológicas que citamos en la primera parte del artículo.

Amplios sectores relacionados con el deporte parecen contentos con las medidas antidopaje y los resultados logrados. Los grandes medios de información, los primeros en acusar y linchar a quienes hacen trampa dopándose — siempre ávidos de carnaza para vender titulares— son los mismos que ponen en un pedestal, sin mencionar los métodos usados para llegar a la cima, a los astros del deporte. Se da la coincidencia de que ahora son quienes más alaban las medidas antidoping.

¿Han conseguido algo? De momento, que exista comercio ilegal de anabolizantes, clenbuterol, EPO y hormona del crecimiento, sin olvidar los laboratorios donde se sintetizan y los camellos que distribuyen estas drogas. Los periódicos y la televisión ya no hablan sólo de redes de tráfico de estupefacientes, sino también de las dedicadas a los esteroides, estimulantes y hormonas. Es cierto, sí han conseguido algo: crear un nuevo tipo de delito. Productos que hasta hace unos años se podían comprar en farmacias por apenas cuatrocientas pesetas, se pagan ahora a un precio cinco veces mayor, sin control sanitario ni garantía de que contengan lo que dice la caja. Esto es habitual en Estados Unidos desde hace décadas —junto a los viajes a México para pillar mandanga barata—, y ahora ha llegado a España.

Para completar el panorama, últimamente se emiten en televisión reportajes sobre el consumo de sustancias dopantes en los gimnasios, sobre los procedimientos utilizados por los traficantes para distribuirlas, y sobre la biggerexia y otras patologías supuestamente padecidas por los culturistas. Cuestiones de salud y muertes siempre ha habido entre los deportistas profesionales que han abusado. Ahora sólo falta que, gracias a la adulteración y a la falta de control sanitario, surjan bastantes casos de problemas en aficionados para que los medios se hagan eco del tema y señalen a las drogas como culpables. Nos sigue siendo familiar este discurso, ¿verdad?

Igual que desde que hay prohibición existe el asunto de la droga (se creó un tema social que antes no existía), de la misma forma, desde que aparecieron las medidas antidopaje y la persecución de estas sustancias, han aumentado el consumo no responsable y los daños asociados. Como en el caso de los psicoactivos, informar bien es la única salida, y no el secretismo, que sólo origina ignorancia y mal uso. También aquí la hipocresía de los prohibicionistas llega a su mayor contradicción al acrecentar el problema que afirmaban querer resolver.

 

¿Por qué se consumen drogas en el deporte?

En el caso de los deportistas profesionales, la respuesta es fácil: para triunfar, mejorar sus marcas, ganar más competiciones y más dinero. Entre los aficionados, aparte del deseo de superación, de rebasar los límites impuestos por la siempre injusta genética y convertirse en profesionales, no podemos olvidar que la nuestra es una sociedad de la imagen. Hombres y mujeres esbeltos, sin grasa y con músculos estéticamente distribuidos ofrecen una imagen de poder y de atractivo, no sólo sexual, sino para otras muchas facetas de esta sociedad competitiva en que vivimos. En una cultura donde la apariencia es tan valorada, una persona con buen físico cuenta con ventaja a la hora de ganar a sus competidores en la lucha por un puesto de trabajo, por un ascenso, por más prestigio y posición social.

Y volvemos de nuevo al papel de los mass media: los mismos que encumbran a las estrellas y lapidan a los dopados, nos transmiten la idea de que estar esbelto y atlético es bueno y deseable, algo casi necesario; y que la gente con sobrepeso no resulta atractiva. Por supuesto, también publicitan los productos cosméticos y dietéticos imprescindibles para conseguir la figura deseada, sin importar que la mayoría no sirvan para nada y que no supongan una estafa tan sólo gracias a la laxitud normativa y la permisividad hacia las empresas.

Es una necedad afirmar que una droga concede ventaja a unos sobre otros, porque casi todos los deportistas de elite tienen los mismos medios a su alcance. La diferencia sólo la marca el respaldo económico con que cuentan, el cual hace posible tener buenos especialistas para asesorarse en su preparación química. En consecuencia, si no hay igualdad de oportunidades, es porque lo que prima es el dinero. Y si la hubiera, lo que ocurriría es que todos incrementarían en la misma medida su rendimiento y seguirían notándose las diferencias genéticas y de preparación física.

Sea como fuere, con el uso de sustancias dopantes se logran marcas mejores y competiciones más espectaculares, lo que desean el público, los medios de comunicación y los organismos deportivos. Estos últimos conocen de sobra la gran frecuencia del dopaje, una práctica habitual, pero se limitan a realizar controles para fingir que el deporte está limpio, que sólo de vez en cuando se dan casos de tramposos que son inmediatamente castigados. Se pretende dar a la sociedad una imagen de juego limpio, y simultáneamente se cumple el objetivo de ofrecer chivos expiatorios a quienes crucificar públicamente y cargar con todas las culpas, resaltando así la inocencia de sus compañeros.

En apariencia, el objetivo de las medidas antidoping es apartar a los deportistas de las sustancias perjudiciales para su salud y evitar las trampas de los más avispados. Sin embargo, no logran acabar con el dopaje debido a la gran cantidad de procedimientos existentes para encubrirlo, razón por la que en la práctica sirven de bien poco. La realidad es que puede burlar los controles quien tiene más recursos, y por tanto mejor equipo de asistentes (entrenadores, asesores, médicos...). Hay continuamente investigaciones para sintetizar nuevas drogas, productos tan eficaces como los ya prohibidos que aún no están incluidos en la lista negra, enmascarantes que evitan su detección en la orina y diuréticos que los eliminan en los días previos al control antidopaje. En consecuencia, la normativa favorece a los deportistas con más recursos, no a los que juegan limpio. A pesar de ello y de todo lo que hemos explicado, las instituciones siguen insistiendo en su actitud. ¿Cederán algún día o más bien continuará la escalada, tal como sucedió con los psicoactivos? Personalmente, y teniendo en cuenta la cantidad de intereses creados, soy bastante pesimista. Espero equivocarme.

 

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